Música para leer este blog

jueves, 6 de mayo de 2010

Palabras de Miguel Rincón sobre la gira "sphérica" americana

Miguel Rincón, guitarrista y tiorbista de Sphera AntiQva en la Gira "Con Alma de Viaje: América 2010", escribe sus impresiones, ya desde Sevilla, sobre lo que ha supuesto para él la experiencia americana de la gira.



Me gustaría esbozar unas líneas ahora que ha pasado la tormenta. Y no supone este término una idea peyorativa, sino que connota la agitación personal que viajes de este tipo pueden y deben producir en mentes abiertas. Viajes que despiertan las galerías que conforman nuestro yo, de las cuales muchas, por desgracia, están dormidas. De ahí el comienzo de este escrito.
Como bien ha descrito mi amigo javier, persona generosa a la que recientemente conocí y estimo (Sólo hay que escrutar levemente por encima esta web para darnos cuenta de cómo disfruta haciendo y compartiendo la música, como un legado cultural de y para todos), hemos asistido a una vorágine sensorial que sin duda nos ha cambiado a cada una de las "piezas que conforman el mosaico del conjunto Sphera Antiqua" (Va por ti Javier).

El contacto, no sólo con la incontestable exuberancia de la naturaleza que se abrió a nuestro alrededor, sino con el roce humano, lo criollo y vernáculo de aquellas tierras, sus gentes, los olores, mis compañeros, ha transformado algo en mi interior, y creo no equivocarme al aludir a una experiencia metafísica, o dicho llanamente, a una evolución personal.

Es tiempo de reflexionar y ver cómo reverdecen esos pastos yermos secados por la herencia cultural y las modas. Es tiempo de recoger los frutos que Javier y Pablo plantaron, contando, para nuestro deleite y desarrollo humano, con nuestra ayuda. Con una sonrisa en los labios, escribiendo bajo la tranquila siesta sevillana, me doy cuenta, ahora y sólo ahora, de esa parte del título del programa, y me quedo con eso: Con Alma de Viaje

lunes, 3 de mayo de 2010

Crónica de vuelta para "El Deber" de Bolivia

Sé que no soy el mismo cuando vuelvo a España. Bolivia tiene un poder regenerador en mí. La calma, sus paisajes, el saber escuchar de la gente. Se reordenan los valores en mi corazón y en mi cabeza.

Bolivia es el país de los contrastes: el valor del silencio y el caos de la bimodal, el frío seco de los Yungas y el calor húmedo de Moxos, el cielo limpio con estrellas sin corriente eléctrica y el primero que pita pasa, la sencillez del buey con su carretón y el todoterreno urbano de Santa Cruz. Bolivia es el arroz eterno, y la yuca, los friales y los puestos de fruta con guineos y pomelos, el olor a pan recién horneado, a empanada y también a vaca. Y Bolivia es tradición y música.

Estas dos semanas en Bolivia han sido muy importantes para Sphera AntiQva y para mí. Nos hemos sentido muy bien acogidos. La riqueza del territorio se abrió ante nuestros ojos mostrándonos un país de gentes generosas y ávidas de música. Bolivia recibe con chicha de maíz en la tutuma y una sonrisa. Aún con la frente empapada por el bochorno y las picaduras que me mortifican a la altura del tobillo, me quedo con la colección de imágenes que no perderé jamás de este viaje: la inauguración del Festival Internacional de Música entre las columnas claras de San Javier y la bienvenida en Ascensión (me inclino y las cuentas del collar de sirari acarician mi cuello), la sonrisa de Rubén Darío Suárez Arana al final de la nave de la capilla de huérfanos en Santa Cruz, los ojos del maestro de capilla Marcial Jare y las coletitas de su esposa doña Marina, las sonrisas de los niños moxeños o el tucán volando parejo a nuestro micro.




Todo empezó con una semana de clases a los chicos y chicas de la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos. La silueta de la avioneta se podía ver desde la ventanilla, rodeada de ese océano verde de tarumá, pacay, bibosi, mara, cedro, tajibo y cuta. Las zonas encharcadas eran tan grandes que los ríos desde el aire parecían lagos y la selva verde era una esponja atravesada por un camino amarillento que alternaba tramos rectos como flechas con otros que serpenteaban bordeando las lagunas más profundas o los meandros más pronunciados. La estancia en Moxos fue el primer contacto de mis compañeros, los músicos de Sphera AntiQva, con la realidad boliviana. Yo ya les había contado, pero el positivo asombro hizo brotar sus propios pensamientos. La labor pedagógica que desarrollamos en San Ignacio está totalmente unida al proyecto artístico de Sphera AntiQva, ya que siempre tratamos de educar al público y acercar la música a los rincones donde es más complicado hacer llegar la cultura. Tras una semana de clases en cada especialidad instrumental, donde apreciamos la rápida progresión de los estudiantes, ofrecimos un concierto con una colaboración especial del alumnado.

Me sucedió algo en San Ignacio que me enorgullece publicar. Busqué al último constructor de bajones de hoja de palma que queda vivo; y, cuando por fin le encontré, me invitó a pasar a su casa. Hicimos música juntos, tocamos taquirari en flauta de bato, y también violín, y dejamos que la música nos empapara al uno del otro. Tras largo rato compartiendo charla le pregunté por papeles viejos, música antigua. Allí mismo me mostró lo que durante dos siglos y medio de generaciones se habían legado unos familiares a otros: partituras musicales de los siglos XVIII y XIX. Las fotografié una a una, eran alrededor de 50 partituras escritas muy pulcramente en papeles apergaminados. Ha sido mi aportación personal a la cultura boliviana, tras entregarle un CD, con esta recuperación, al padre Nawrot y al Archivo Musical de Moxos.



Tras la experiencia en Moxos, comenzó para Sphera AntiQva la participación en la VIII edición del Festival Internacional de Música “Misiones de Chiquitos”. Inauguramos el festival con un concierto en San Javier, una de las sedes más emblemáticas de la red; a éste le siguieron otros en Santa Cruz, Ascensión de Guarayos y Buena Vista.



“DOMUS DEI ET PORTA COELI. Genesis Cap. 28 V.17” dictaban unas letras de color tierra sobre el dintel de la puerta del templo de San Javier. Las campanas anunciaron la misa y tras la misa el público permaneció sentado esperando el concierto. Mientras tocaba el violín, miraba sus caras, sus miradas. Yo estaba en sus caras y ellos en mi música. Para mí, ese concierto supuso el sueño hecho realidad de devolver este patrimonio musical que, desde hacía casi tres años, llevaba paseando por Europa. La música regresaba a su origen después de haber puesto en pie al público de España y Europa. Ahora en las misiones el tiempo se hacía música y Sphera AntiQva interpretaba en los templos lo que allí se compuso y se transcribió. Hubo durante el concierto de San Javier miradas esféricas de mucha complicidad, miradas que también se mezclaron con las apaciguadas miradas rasgadas de los guarayos. Cómo escuchaban y cómo respiraron con nosotros ya se pudo leer en las páginas este diario (El Deber 24 de abril de 2010).

Los cuatro conciertos del Festival fueron un éxito. Sphera AntiQva interpretaba y era a la vez el público que admiraba a las personas que escuchaban con un sosiego casi místico. Todos los músicos nos adelantamos a los atriles agarrados por la espalda y saludamos. El público en pie cada noche en Bolivia. Sentimos que sentían con nosotros arropados por el poder de nuestra música, que era también su música.



Las palabras de halago y de ánimo, tanto del director artístico del festival, Piotr Nawrot, como de Cecilia Kenning, presidenta de APAC, supusieron el último de los premios que recibimos a nuestro paso por Bolivia. Sphera AntiQva les agradece el apoyo y les felicita por una labor tan extraordinaria como la que están llevando a cabo.

La democratización de la cultura y de la música es uno de los logros de este festival, que también debe seguir apoyando la música boliviana interpretada por grupos bolivianos. La música misional pertenece al pueblo boliviano y han de ser estos logros su objetivo común para fortalecer la identidad y valores de Bolivia. Y esta música también es una ventana al mundo por la que respira Bolivia y por la que el mundo aprecia la emoción que atesora cada nota. Sphera AntiQva así lo entiende y se siente boliviana, española y del mundo, porque cree en esta música capaz de unir emociones.

Yo, desde una terraza de Madrid, miro al cielo lleno de estrellas debilitadas por la luz de la ciudad. Suspiro y cierro los ojos para recordar el cielo en Bolivia con su particular contraste intrínseco que tanto admiré estos días: la amalgama perfecta entre el movimiento parpadeante de las luciérnagas y el estatismo regio de las estrellas de su cielo. Encuentro entre el parpadeo un puente con alma de viaje: la música. También comprendo que en lo profundo hay una semilla que ha prendido: el deseo de volver a Bolivia.