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domingo, 11 de abril de 2010

La escuelita Las Lengas recibe a Sphera AntiQva



Visita a la escuela Las Lengas, 7 de abril. Por Alejandro Marías.

Nuestra partida de la ciudad de Ushuaia se vio precedida por una visita a la escuela Las Lengas. Fueron unos días preciosos, llenos de impresiones nuevas para nosotros, pero nos íbamos dejando varias cosas que ver en la Tierra de Fuego. Es por esto que impartir una clase a algo más de un centenar de niños no acababa de ser lo más apetecible para nuestra última mañana allí, pero cumplimos con nuestro compromiso siguiendo el ejemplo del maestro argentino Valentín Surif.
La escuela se encuentra en una zona muy humilde de la ciudad, cuyo irregular pavimento nos costó un neumático de nuestro coche de alquiler. Ya la entrada al pabellón, parcamente iluminada pero alegrada con la graciosa exposición de cientos de zapatos de colores distribuidos por anaqueles, anunciaba lo que nos íbamos a encontrar. Llegábamos con algo de retraso, y Surif ya había comenzado su clase. Tocaba al piano ilustraciones de los diferentes estilos de música culta, introducidas por explicaciones doctas y claras; hablaba como para niños dispuestos a prestar atención y pensar, no como para cafres con la sola capacidad de hacer el bruto y faltar el respeto. Esto fue un detalle que parecían agradecer los alumnos, que escuchaban con verdadera atención y silencio, dispuestos a aceptar que si no entendían algo era problema suyo, y no del pedagogo.




Nuestra presencia les llamó la atención, por aquello de ser un grupo grande que tocaba instrumentos curiosos (un violín con un león por cabeza, una especie de guitarra con dos mástiles y un montón de cuerdas, un grandullón que hacía ritmos con sus cuatro extremidades repletas de chismes exóticos de aquí y de allá) acompañando a una bella cantante. Para todos fue agradable y sorprendente que expresaran su curiosidad con los ojos –y algunas bocas- bien abiertos, y no con gritos, como estamos tan acostumbrados a ver. Se oían murmullos de asombro, y no faltó algún osado que, con inquietud científica, necesitó palpar la piel tensa del tambor para saciar su curiosidad. Estuvieron atentos y participativos -¡hasta algún movimiento de cadera logramos arrancar!-, pero educados y respetuosos. Hay una tendencia generalizada entre quienes se dedican a los conciertos pedagógicos –acaso a la pedagogía en general- a pensar que su actuación sólo habrá sido interesante en caso de que los niños salgan exhaustos de chillar y hacer el bestia. Aquello, más por mérito de sus maestros que por el nuestro, fue un ejemplo comedido de interés y aprendizaje.
Concluida nuestra actuación, se cambiaron las tornas y fuimos nosotros quienes aprendimos, nos emocionamos y quedamos absortos. Quisieron devolvernos la gentileza cantando para nosotros algunos romances castellanos que, para vergüenza propia, conocían mucho mejor que nosotros. Aquellos niños, acompañados por un profesor a la guitarra, cantaron con una afinación y un gusto –lo primero es objetivo- muy superior al de muchos coros de conservatorios profesionales en España. Cantaban suave, de manera precisa y compacta, al unísono o a la octava, disfrutando de lo que estaban haciendo y sin que nadie quisiera sonar más que el de al lado. ¡La música, así hecha, fomenta la convivencia y el compañerismo no menos que cualquier deporte!




El encuentro terminó con un “matesito” colectivo y unos bollos recién horneados en la propia escuela, sentados en círculo sobre unas esteras extendidas sobre el suelo. Quisimos dispersarnos entre los niños, sentarnos con ellos y charlar un poco en la segunda ronda de panecillos –durante la primera se guarda silencio-. Se veían sonrisas pacíficas, amigables, un gran compañerismo y una convivencia excepcional. Las edades deberían de oscilar entre los 3 o 4 y los 16 o 17 años, y si todos los alumnos formaban un mosaico equilibrado no era por la uniformidad de sus teselas: desde niños pequeños protegidos por los más mayores a niños deficientes integrados con toda naturalidad, pasando por alguna que otra mamá de edad alarmantemente temprana que cuidaba y quería a su hijo con una madurez insólita.




¿Qué tiene la escuela Las Lengas para lograr un ambiente así? Los recursos, desde luego, se adivinaban limitados; la homogeneidad en el aula no podía ser menor, y no parecía que ni profesores ni alumnos tuvieran especiales facilidades materiales para desempeñar sendos papeles. ¿Cómo trabaja ese profesor para lograr que con una guitarra, correcta aunque discretamente tocada, esos niños cantaran como cantaban? ¡Dudo -y que me perdone si me equivoco- que sea un director de coro titulado por la universidad de Nueva York! A lo largo de esta gira, que ha sido una de las experiencias más bonitas y enriquecedoras de nuestras vidas –confío en no exagerar al poner esto en boca de mis compañeros-, hemos tenido el gusto de contemplar y compartir experiencias pedagógicas muy diversas.

Tengo que decir que, personalmente, ninguna me ha parecido tan brillante como esta, y he dedicado no pocas horas a analizar la seducción que me produjo. No soy quién para sacar conclusiones generales sobre la manera más adecuada de educar, pero sí se me ha ocurrido atribuir a dos factores el éxito de Las Lengas: la generosidad y humildad desde profesorado, por una parte, y el no exceso de facilidades hacia el alumnado. Aquí he comprendido eso de que para ser un buen maestro hay que ser generoso. “¿Por qué va a haber que ser generoso?”, pensaba yo, “¡un profesor da sin perder nada, y cobra por ello, pues es en lo que consiste su trabajo!”. La enseñanza, y más aún si se trata de dirigir una interpretación musical colectiva, es una tentación de autobombo demasiado grande. Quien escoge el camino docente debe entregarse al beneficio y desarrollo de sus discípulos, y no aprovechar su situación para curar frustraciones haciendo con alumnos lo que no se ha alcanzado a hacer con profesionales. Por otra parte, nadie desea pasar calamidades, pero sí es cierto que un exceso de facilidades adormila al estudiante: rebaja su inquietud y le acostumbra a que se lo den todo hecho, a exigir más de lo que se siente obligado a dar. Muchas veces, incluso, las facilidades dadas por las entidades educativas miran más por su propia consagración que por el beneficio real de sus estudiantes.




Es curioso que haya reparado en estos errores en mi primer viaje a América del Sur, cuando son defectos muchísimo más frecuentes en Europa, o al menos en España. Si tuviera que aventurarme a intentar vislumbrar las claves de ese éxito educativo, creo que lo atribuiría en primer lugar a la vocación: todos quienes trabajaban allí estaban sonrientes, a gusto con lo que hacían, empezando por los propios niños –supongo que será el camino más natural a la generosidad que debe caracterizar al maestro-. Además, pienso que el sentido de la responsabilidad inculcado a los alumnos mayores, el hecho de que todo individuo sea y se sienta útil para la comunidad, acelera su madurez y mejora su comportamiento para con los demás: ¡solo hacemos el gamberro cuando estamos aburridos y sin otra cosa que hacer!

Es muy posible que gente más docta que yo considere una estupidez, acaso con razón, lo arriba expuesto, pero, si estos párrafos pueden tener alguna utilidad, me gustaría que fuera la de felicitar a los maestros de Las Lengas para contribuir a que la llama de su vocación y de su entrega no se apague nunca. ¡Ojala me hayan contagiado algunos de sus valores para el día en que sea un servidor quien tenga la oportunidad de enseñar!

3 comentarios:

  1. Esto es amor a la música y entrega con los que mejor aprenden. Uno de los valores de Sphera AntiQva es que, siendo unos profesionales cmo la copa de un pino, tienen la humildad -yo diría categoría humana- de ir allí donde las relaciones están ausentes de cualquier tipo de "divismo". Son grandes con la música y ENORMES como personas.

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  2. Hay pero que lindo lo que te has llevado de mi bella escuela.Mi nombre es Lola Boffo , y curso el ultimo año de la escuela secundaria.También tenemos el placer y la posibilidad de hacer el magisterio , para ser maestro o mejor dicho ejercer como maestro...
    Puedo decir que estas escuelas son muy especiales , como todo tiene sus lados oscuros, pero ¿ y si no los tuviese? ahí sería un GRAN problema...
    Bueno, quería comentarles que ha sido un placer para mí escucharlos tocar ahí en mi escuela, y escucharlos hablar (jajaja) me encanta la tonada española... :D pareciera q cantan mientras hablan.
    Leí por ahí que les agradaría poder conocer mas, hay gente que se queda y hace una "pasantía" usualmente son a donnorem , pero eso lo saben mejor los maestros, jejeje.
    Desde ya saben que pueden volver, y sea en la escuela o en casas de gente, siempre va a ver una cama y comida para compartir.. :D
    un beso , y muchas felicitaciones por esta magia que transmiten!, sepan que lo hacen!

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  3. Muy hermoso, gracias por compartir esto tan lindo.

    “Cerca del manantial o lejos… siempre se olle el ruido a las aguas caeer de su cascada”

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