Música para leer este blog

jueves, 6 de mayo de 2010

Palabras de Miguel Rincón sobre la gira "sphérica" americana

Miguel Rincón, guitarrista y tiorbista de Sphera AntiQva en la Gira "Con Alma de Viaje: América 2010", escribe sus impresiones, ya desde Sevilla, sobre lo que ha supuesto para él la experiencia americana de la gira.



Me gustaría esbozar unas líneas ahora que ha pasado la tormenta. Y no supone este término una idea peyorativa, sino que connota la agitación personal que viajes de este tipo pueden y deben producir en mentes abiertas. Viajes que despiertan las galerías que conforman nuestro yo, de las cuales muchas, por desgracia, están dormidas. De ahí el comienzo de este escrito.
Como bien ha descrito mi amigo javier, persona generosa a la que recientemente conocí y estimo (Sólo hay que escrutar levemente por encima esta web para darnos cuenta de cómo disfruta haciendo y compartiendo la música, como un legado cultural de y para todos), hemos asistido a una vorágine sensorial que sin duda nos ha cambiado a cada una de las "piezas que conforman el mosaico del conjunto Sphera Antiqua" (Va por ti Javier).

El contacto, no sólo con la incontestable exuberancia de la naturaleza que se abrió a nuestro alrededor, sino con el roce humano, lo criollo y vernáculo de aquellas tierras, sus gentes, los olores, mis compañeros, ha transformado algo en mi interior, y creo no equivocarme al aludir a una experiencia metafísica, o dicho llanamente, a una evolución personal.

Es tiempo de reflexionar y ver cómo reverdecen esos pastos yermos secados por la herencia cultural y las modas. Es tiempo de recoger los frutos que Javier y Pablo plantaron, contando, para nuestro deleite y desarrollo humano, con nuestra ayuda. Con una sonrisa en los labios, escribiendo bajo la tranquila siesta sevillana, me doy cuenta, ahora y sólo ahora, de esa parte del título del programa, y me quedo con eso: Con Alma de Viaje

lunes, 3 de mayo de 2010

Crónica de vuelta para "El Deber" de Bolivia

Sé que no soy el mismo cuando vuelvo a España. Bolivia tiene un poder regenerador en mí. La calma, sus paisajes, el saber escuchar de la gente. Se reordenan los valores en mi corazón y en mi cabeza.

Bolivia es el país de los contrastes: el valor del silencio y el caos de la bimodal, el frío seco de los Yungas y el calor húmedo de Moxos, el cielo limpio con estrellas sin corriente eléctrica y el primero que pita pasa, la sencillez del buey con su carretón y el todoterreno urbano de Santa Cruz. Bolivia es el arroz eterno, y la yuca, los friales y los puestos de fruta con guineos y pomelos, el olor a pan recién horneado, a empanada y también a vaca. Y Bolivia es tradición y música.

Estas dos semanas en Bolivia han sido muy importantes para Sphera AntiQva y para mí. Nos hemos sentido muy bien acogidos. La riqueza del territorio se abrió ante nuestros ojos mostrándonos un país de gentes generosas y ávidas de música. Bolivia recibe con chicha de maíz en la tutuma y una sonrisa. Aún con la frente empapada por el bochorno y las picaduras que me mortifican a la altura del tobillo, me quedo con la colección de imágenes que no perderé jamás de este viaje: la inauguración del Festival Internacional de Música entre las columnas claras de San Javier y la bienvenida en Ascensión (me inclino y las cuentas del collar de sirari acarician mi cuello), la sonrisa de Rubén Darío Suárez Arana al final de la nave de la capilla de huérfanos en Santa Cruz, los ojos del maestro de capilla Marcial Jare y las coletitas de su esposa doña Marina, las sonrisas de los niños moxeños o el tucán volando parejo a nuestro micro.




Todo empezó con una semana de clases a los chicos y chicas de la Escuela de Música de San Ignacio de Moxos. La silueta de la avioneta se podía ver desde la ventanilla, rodeada de ese océano verde de tarumá, pacay, bibosi, mara, cedro, tajibo y cuta. Las zonas encharcadas eran tan grandes que los ríos desde el aire parecían lagos y la selva verde era una esponja atravesada por un camino amarillento que alternaba tramos rectos como flechas con otros que serpenteaban bordeando las lagunas más profundas o los meandros más pronunciados. La estancia en Moxos fue el primer contacto de mis compañeros, los músicos de Sphera AntiQva, con la realidad boliviana. Yo ya les había contado, pero el positivo asombro hizo brotar sus propios pensamientos. La labor pedagógica que desarrollamos en San Ignacio está totalmente unida al proyecto artístico de Sphera AntiQva, ya que siempre tratamos de educar al público y acercar la música a los rincones donde es más complicado hacer llegar la cultura. Tras una semana de clases en cada especialidad instrumental, donde apreciamos la rápida progresión de los estudiantes, ofrecimos un concierto con una colaboración especial del alumnado.

Me sucedió algo en San Ignacio que me enorgullece publicar. Busqué al último constructor de bajones de hoja de palma que queda vivo; y, cuando por fin le encontré, me invitó a pasar a su casa. Hicimos música juntos, tocamos taquirari en flauta de bato, y también violín, y dejamos que la música nos empapara al uno del otro. Tras largo rato compartiendo charla le pregunté por papeles viejos, música antigua. Allí mismo me mostró lo que durante dos siglos y medio de generaciones se habían legado unos familiares a otros: partituras musicales de los siglos XVIII y XIX. Las fotografié una a una, eran alrededor de 50 partituras escritas muy pulcramente en papeles apergaminados. Ha sido mi aportación personal a la cultura boliviana, tras entregarle un CD, con esta recuperación, al padre Nawrot y al Archivo Musical de Moxos.



Tras la experiencia en Moxos, comenzó para Sphera AntiQva la participación en la VIII edición del Festival Internacional de Música “Misiones de Chiquitos”. Inauguramos el festival con un concierto en San Javier, una de las sedes más emblemáticas de la red; a éste le siguieron otros en Santa Cruz, Ascensión de Guarayos y Buena Vista.



“DOMUS DEI ET PORTA COELI. Genesis Cap. 28 V.17” dictaban unas letras de color tierra sobre el dintel de la puerta del templo de San Javier. Las campanas anunciaron la misa y tras la misa el público permaneció sentado esperando el concierto. Mientras tocaba el violín, miraba sus caras, sus miradas. Yo estaba en sus caras y ellos en mi música. Para mí, ese concierto supuso el sueño hecho realidad de devolver este patrimonio musical que, desde hacía casi tres años, llevaba paseando por Europa. La música regresaba a su origen después de haber puesto en pie al público de España y Europa. Ahora en las misiones el tiempo se hacía música y Sphera AntiQva interpretaba en los templos lo que allí se compuso y se transcribió. Hubo durante el concierto de San Javier miradas esféricas de mucha complicidad, miradas que también se mezclaron con las apaciguadas miradas rasgadas de los guarayos. Cómo escuchaban y cómo respiraron con nosotros ya se pudo leer en las páginas este diario (El Deber 24 de abril de 2010).

Los cuatro conciertos del Festival fueron un éxito. Sphera AntiQva interpretaba y era a la vez el público que admiraba a las personas que escuchaban con un sosiego casi místico. Todos los músicos nos adelantamos a los atriles agarrados por la espalda y saludamos. El público en pie cada noche en Bolivia. Sentimos que sentían con nosotros arropados por el poder de nuestra música, que era también su música.



Las palabras de halago y de ánimo, tanto del director artístico del festival, Piotr Nawrot, como de Cecilia Kenning, presidenta de APAC, supusieron el último de los premios que recibimos a nuestro paso por Bolivia. Sphera AntiQva les agradece el apoyo y les felicita por una labor tan extraordinaria como la que están llevando a cabo.

La democratización de la cultura y de la música es uno de los logros de este festival, que también debe seguir apoyando la música boliviana interpretada por grupos bolivianos. La música misional pertenece al pueblo boliviano y han de ser estos logros su objetivo común para fortalecer la identidad y valores de Bolivia. Y esta música también es una ventana al mundo por la que respira Bolivia y por la que el mundo aprecia la emoción que atesora cada nota. Sphera AntiQva así lo entiende y se siente boliviana, española y del mundo, porque cree en esta música capaz de unir emociones.

Yo, desde una terraza de Madrid, miro al cielo lleno de estrellas debilitadas por la luz de la ciudad. Suspiro y cierro los ojos para recordar el cielo en Bolivia con su particular contraste intrínseco que tanto admiré estos días: la amalgama perfecta entre el movimiento parpadeante de las luciérnagas y el estatismo regio de las estrellas de su cielo. Encuentro entre el parpadeo un puente con alma de viaje: la música. También comprendo que en lo profundo hay una semilla que ha prendido: el deseo de volver a Bolivia.

domingo, 25 de abril de 2010

Ascensión de Guarayos. Alma de madera



Un comité de bienvenida de niñas y niños vestidos de blanco nos esperaba en la plaza, frente a la iglesia misional. Llevaban banderas de España, abanicos de palma y collares de semillas (sirari las rojas, lágrimas de María las blanquecinas y ojo de buey las marrones). Nada más bajar del microbus, tras casi cinco horas de viaje, cada uno de los miembros de Sphera AntiQva, se inclinaba para recibir el collar de semillas para después beber la chicha de maíz que nos sirvieron en la semiesférica cáscara de tutuma.
La iglesia de Ascensión de Guarayos, reformada en 1988, conserva la estructura de una iglesia de las misiones, con su gran tejado vegetal a dos aguas y un ejército de campanas en los campanarios exentos, a ambos lados de la puerta frontal. Allí nos retratamos con los representantes culturales del municipio y con los chicos y chicas Guarayos que tan cálidamente nos recibieron.

La tierra de Guarayos es fértil, verde y con un paisaje donde los tucanes decoran las ramas de los tajibos y bibosis. Además es otra de las zonas musicalmente ricas de Bolivia. Los artesanos de Guarayos, y más concretamente de Urubichá, son muy hábiles en la construcción de instrumentos, y es en ese municipio donde se da otra de las orquestas más populares del pais con el violinista Simón Aguape a su cabeza.

Las hamacas y la brisa del hotel Vida diluyeron parte de nuestro cansancio, pero despertamos abotargados y nada despabilados. Hizo falta una pequeña merienda a base de jugo de guineo y empanadas, con el toque de cafeína de la ecuménica Coca-Cola y la bebida “Rush”, una especie de Red Bull en Bolivia.

El concierto comenzaba tras la misa, que nos cedió un numerosísimo público. Hacía tiempo que no veíamos una iglesia tan enorme llena de gente. Aún así, mientras ultimábamos los preparativos de atriles y partituras, frente al altar mayor y su titánico cristo tallado en madera local, las personas que esperaban en el atrio y en la plaza comenzaron a llenar los huecos vacíos y a agolparse de pie en los laterales de las naves. Los organizadores del concierto nos comunicaron que había más de mil personas allí congregadas.

Durante el concierto nos quitamos las corbatas y los aderezos europeos para vestir ante el pueblo guarayo los collares que nos obsequiaron en la mañana. Nos resultó muy curioso su manera de aplaudir. Tras cada pieza aplaudían fuertemente cuatro o cinco segundos y paraban de repente. Preguntamos en el descanso a uno de los organizadores locales si esta situación era normal, y nos dijo que el público estaba encantado y que era esa la costumbre en Ascensión de aplaudir en ráfagas.

Mercedes Arcuri, la soprano de Sphera AntiQva, miraba las caras atónitas de los indígenas ante sus arracimados adornos vocales, que surgían de muy adentro y se perdían como colibríes en la inmensa columnata vegetal de la iglesia. Hubo durante este concierto miradas esféricas de mucha complicidad, miradas que también se mezclaron con las apaciguadas miradas rasgadas de los guarayos.

El concierto fue un éxito. Todos los músicos nos adelantamos delante de los atriles agarrados por la espalda y saludamos ante un público en pie. Las autoridades nos agradecieron el concierto ante el auditorio y los alumnos de un colegio local nos regalaron unos llaveros de chonta.

Un sinfín de niños y niñas quisieron fotografiarse con nosotros, y nos pedían autógrafos y datos de nuestras vidas. Otros nos pedían consejo sobre cómo estudiar. Entre esta marabunta de niños con bolígrafos se encontraban los integrantes de la orquesta de Ascensión.

El refresco de mocochiche durante la cena y un baño nocturno en la piscina del hotel nos refrescaron antes de desplomarnos sobre la cama.


sábado, 24 de abril de 2010

Crónica en "El Deber" de San Javier



EL DEBER. sábado 24 de abril de 2010
Juan Pablo Rodríguez. San Javier



Un escarabajo transitaba sigilosamente entre el público, que concentrado escuchaba la música que sus antepasados guardaron desde tiempos jesuíticos en partituras antiguas. Como un guardián de un tesoro invaluable, el gorgojo paseaba su oscuro caparazón por los pliegues y rincones de la catedral de San Javier. Los sonidos de los instrumentos barrocos recorrían las ondulantes siluetas de las columnas que cientos de chiquitanos tallaron para sostener un majestuoso templo religioso, desde hace cuatro siglos. La música se apropió de las más de 300 almas que colmaron el lugar y las transportó en un viaje espiritual que se iniciaría en la Europa del siglo XVIII; con dos piezas instrumentales que Rodríguez de Hita (1724-1787) compuso inspirado en su España natal, para preparar la ‘conquista’ del nuevo mundo.


Sphera Antiqva interpretaba el contrapunto que daba cuenta de las ansias de la época por cruzar el océano para asentar los principios barrocos y renacentistas; tal como sucedía con el grupo español conformado por Pablo Gutiérrez (violín), Javier Illán (violín), Miguel Rincón (guitarra), Alejandro Marías (chelo), Silvia Jiménez (contrabajo) y Daniel Garay (percusión americana y europea).


El grupo había llegado a las calurosas pampas de San Javier, para inaugurar el VIII Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana, la noche del jueves 22. En esta presentación terminaban una gira que se inició hace un mes en Argentina, y que había recorrido otras poblaciones donde la Compañía de Jesús, la orden católica fundada en 1534, en París, cambió para siempre la vida de los originarios americanos. 


Javier Illán, no observó al escarabajo que continuaba su vigilia ensimismado, cuando agradeció los entusiastas aplausos de los presentes y anunció que el siguiente tema “pudo haberse escuchado en las naves que atravesaron el océano para llegar hasta Sudamérica”; luego se escuchó Capriccio sopra la Ciacona, de Giovanni B. Granata (1620-1687).


Afuera, en la plaza del pueblo, la comunidad que no participó del concierto se concentraba con sus mejores galas para presentar a los visitantes la cultura chiquitana y la esencia de San Javier. Bajo una luna menguante y el tibio rocío que humedecía la tierra caliente, niños y jóvenes de distintos colegios realizaban sus últimos ensayos antes de presentarse en atrio de la iglesia.


“Éste es un repertorio tan suyo como nuestro”, dijo Illán, adentro, antes de presentar a Mercedes Arcuri, una soprano invitada por el grupo para interpretar cuatro piezas vocales acompañada de la exquisita ejecución de los músicos. La rubia intérprete elevó la música hasta donde su voz le permitió y agregó una cualidad dramática a la presentación. 




Con la emoción que el timbre humano genera, Sphera Antiqva ofreció un receso de tres minutos exactos, para luego presentar las destrezas interpretativas de Miguel Rincón con un solo de guitarra barroca. Y aunque el público, como el escarabajo, extrañaron las demás cuerdas de la orquesta, reconocieron la esencia de la música que su estirpe aprendió a escuchar mientras eran evangelizados.


Definitivamente, aquel instrumento tiene un sonido distinto, las vibraciones que genera se mueven a otro ritmo, como lo hace la vida de los javiereños que acostumbrados a la parsimonia de la cotidianeidad festejan este evento musical como un patrimonio. “¡Cómo pues oiga! No ve que estamos de fiesta, cómo hace eso”, le dijo un lugareño a otro que tuvo la mala idea de dejar una botella de gaseosa sobre un mojón que vigila una calle. “Va a disculpar, verdad ¿no?, qué dirá una gringa si me viera”, se lamentó el reprendido. 


Luego de que el concierto terminara con la ejecución de piezas de los archivos de las Misiones de Chiquitos y de Moxos, los siete músicos agradecieron los extensos aplausos del público javiereño, que demostró una educación ‘insólita’, según palabras de los propios españoles; pues respetaron los tiempos, guardaron silencio y dejaron que la música les devuelva el alma renovada.


En agradecimiento, la comunidad le mostró lo mejor que tiene: su cultura. Con declamaciones costumbristas, danzas típicas y la belleza natural que tiene el pueblo, los músicos y turistas que llegaron al encuentro quedaron fascinados. “Me encanta la yuca, y yo no lo sabía”, dijo uno de ellos; mientras la celosa mirada del escarabajo lo perseguía.


La noche se enfriaba y la música criolla, la mundana, con la que se festeja las fiestas paganas se entonaba para rendir tributo a las partituras religiosas, las sagradas, aquellas que están guardadas en la esencia de las Misiones de Chiquitos y sus incondicionales guardianes.




Enlace:
http://www.eldeber.com.bo/brujula/2010-04-24/nota.php?id=100423220825

martes, 20 de abril de 2010

Luciérnagas y estrellas. Operación contrabajo.

Nos levantamos de mañana con el sonido del hacha cortando maderos sobre un durísimo tocón, y tras el desayuno con tortas y panes ignacianos, comenzamos la operación “contrabajo”.

Mientras el equipo de profesores “esféricos” da sus clases por la mañana, Silvia y yo trasladamos el contrabajo con la ayuda de Pinki, el subdirector de la escuela, a Vipúnune, el taller de luthería de Miguel Uche, donde se compendia la tradición de los primeros luthieres americanos. En el taller cuelgan violines rústicos moxeños y violines modernos moxeños, además de guitarras, charangos y toda suerte de pedazos de maderas rojizas y blancas.







Los ojos de Miguel Uche Nuni repasan la longitud de la cuerda, y sus manos se apoyan en el puente para calcular la magnitud de la operación. Se trata de rebajar la altura del puente y de la cejilla para acortar la distancia de las cuerdas con el batidor y así facilitar a Luz que sus deditos bajen la cuerda con más facilidad. Dos horas de pruebas y retoques consiguen que el instrumento esté a punto. Silvia repasa que el campo de vibración de la cuerda no roce con nada y así conseguir un sonido más puro. Listo. Luz lo agradece con una enorme sonrisa. Ahora sí.




Toda la tarde se desarrolla con clases. Nos encontramos unos a otros en los pasillos y compartimos risas y bromas con los alumnos. El patio de la escuela rebosa vida, ilusión y música. Tras las clases individuales y seccionales la orquesta se reúne en el auditorio. Las sonatas 9 y 10 se suceden. Todos asentimos sonrientes. El sonido de los primeros acordes nos suenan a trabajo bien hecho. Todo está más afinado, más riguroso, mejor cuadrado y mucho más unificado.
Tras la cena, donde el batido de guineo es el triunfador de la noche, celebramos en un karaoke el éxito de la jornada brindando con la cerveza “Paceña” y alzando nuestras voces con canciones de ambos lados del charco.



Las luciérnagas y las estrellas se funden en el cielo moxeño. Detenemos el regreso a casa, ya sin luz eléctrica alguna en las calles, para admirar la amalgama perfecta entre el movimiento parpadeante de las luciérnagas y el estatismo regio de las estrellas.

Esa imagen nos acompaña hasta el plácido sueño.

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Las clases con los chicos de la escuela de San Ignacio de Moxos

Un bache, y otro más. La polvareda que dejaba atrás la moto de Daniel me llenó la boca de un finísimo polvo que se podía masticar. La recta de arena hasta llegar a la laguna de Isidere ya tocaba su fin. Las cinco motos que alquilamos en la plaza, por 20 pesos bolivianos, se fueron alineando perpendiculares a la pequeña playita de arena, al pie de la escultura de la gran serpiente de Isidere. La laguna se abría y el embarcadero se hundía parcialmente en el agua. Alejandro y yo decidimos que la pequeña excusión en moto debía acabar en baño, y nos sumergimos en el agua terrosa de la laguna.




Las clases se han centrado en la preparación técnica y musical de la nueva grabación discográfica de la orquesta de la escuela de San Ignacio de Moxos. Hemos distribuido a los chicos en grupos y secciones. Todos los miembros de Sphera AntiQva hemos impartido clases individuales y colectivas.



Silvia atendió las dudas y peticiones de Luz, la contrabajista de la escuela. Alejandro coordinó a los violonchelos mientras que Miguel se encargó del continuo de Alcides y Abraham, el organista y el clavecinista. Pablo ensayó con violines y yo con vientos: flautas, oboes y fagotes. La respuesta de los chicos está siendo rápida y en general están muy motivados.



El cielo nos regala cada noche un espectáculo maravilloso. Podemos disfrutar de una claridad total en la bóveda celeste. A las doce de la noche se apaga el generador de gasolina y se corta la corriente eléctrica en toda la población. El cielo se enciende, y los sonidos animales de los alrededores nos recuerdan en qué entorno nos encontramos. El calor es húmedo. El cansancio nos vence y caemos rendidos. Algunos con la piel quemada tras la excursión de la laguna.


Por fin MOXOS, en la amazonía de Bolivia.




La silueta de la avioneta se podía ver desde la ventanilla, rodeada de ese océano verde de tarumá, pacay, bibosi, mara, cedro, tajibo y cuta. Las zonas encharcadas de eran tan grandes que los ríos desde el aire parecían lagos y la selva verde era una esponja atravesada por un camino amarillento que alternaba tramos rectos como flechas con otros que serpenteaban bordeando las lagunas más profundas o los meandros más pronunciados.
Sphera AntiQva enlatada en una avioneta Cesna se sumergía en el corazón de la región de Moxos. Las moto-taxis aguardaban a pie de pista, una pista verde de hierba húmeda.




El recorrido en moto por San Ignacio de Moxos desde la pista de aterrizaje hasta la escuela duró apenas 4 minutos. Las calles adoquinadas con ladrillos de barro cocido y sus soportales, la iglesia de San Ignacio, la escultura del machetero, los friales y los puestos de fruta con guineos y pomelos, el olor a pan recién horneado y también a vaca. Ahí estaba el edificio de la escuela, en estilo misional aunque de nueva construcción. El violín gigantesco de la entrada al auditorio relucía y ya olía a desayuno. O eso al menos me pareció a mí.


El día transcurrió pausado, al ritmo local. Comimos sopa de trigo y ají de tripa. Bebimos limonada de toronja bajo un porche de palmas secas. Tras la comida, Raquel Maldonado, directora de la Escuela de San Ignacio de Moxos, nos acompañó al Archivo Musical de Moxos, en un edificio aledaño a la iglesia. Las partituras que compendian el legado patrimonial de la músicas de las misiones de Moxos aparecieron frente a nosotros. También los violines de los taitas que donaron sus instrumentos al archivo. Estábamos siendo partícipes directos de la música que años atrás venimos trabajando. Se sucedieron preguntas y explicaciones, y salimos de allí sintiendo que formábamos parte de una cadena, de un proceso vivo. Nos interesó mucho el uso de los bajones de hoja de palma.

Ya por la tarde tuvimos el primer contacto total con los chicos y chicas de la orquesta de la escuela. La orquesta se acomodó, y los miembros de Sphera AntiQva nos sentamos frente a los chicos. Procedimos a las presentaciones y tras eso, las sonatas barrocas chiquitanas novena y décima comenzaron a sonar.




Una hora más tarde, tras organizar los horarios de clases y ensayos del día siguiente disfrutamos de una cena a la española, con tortilla y cerveza “Paceña”, en casa de Toño y Raquel, rodeados de toda suerte de zumbidos y sonidos de escarabajos, mosquitos y cucarachones, sapitos, ladridos lejanos y grillos cercanos, mientras el bebé de la casa, Pablito, dormía.

domingo, 11 de abril de 2010

Los miembros de la GIRA "Con Alma de Viaje" Argentina 2010


Pablo Gutiérrez

Alcalaíno de orígenes sevillanos. Violinista. Educado en los jesuitas. Le encantan los anacardos. Se perfecciona en violín barroca en Toulouse. Vive entre Francia y España. Su próximo objetivo: la viola d'amore. Primera vez en América. Cameraman de la expedición y tesorero.



Javier U. Illán
Toledano. Violinista y narrador. Formación multidisciplinar. El dulce le priva. Estudia dirección orquestal en Viena. Acaba de publicar su primer libro. Le encanta la vida con sentido del humor. Amante de América y sus gentes. Fotógrafo y coordinador de la gira 2010.



Silvia Jiménez
Soriana, de Almazán. Contrabajista. Vive entre La Haya y Barcelona. Toca indistintamente violone o contrabajo. Sonrisa constante. Transmite una gran paz a su entorno. Estudió guitarra de niña. La comida le encanta... y en ocasiones le da sueño.



Alejandro Marías.
Violagambista y violonchelista barroco. Vive en Ginebra, donde se perfecciona actualmente con Bruno Cocset. Viaja con las memorias de su abuelo en un maletín y un diario de viaje en el bolsillo. Escribe con pluma. Amante del vino y de la fotografía. Sólo el sueño puede con él. Adorador del iPhone, y del buen café. ("Soy muy cafetero").


Paloma Friedhoff
Nacida en Bélgica. Su madre es de Córdoba (Argentina) y su padre es estadounidense. Soprano. Se ha formado en la Escuela Superior de canto de Madrid. Actualmente se perfecciona en Münich. Gran sentido del humor y de la familia. Su sueño: cantar el Silete Venti de Händel. Su perdición: el dulce de leche. Encarna el mestizaje de Europa y España, como la propia gira "Con Alma de Viaje"



Miguel Rincón
Sevillano, de pasado novelesco y cervantino. Multiinstrumentista de cuerda pulsada. A su colección de instrumentos aún le falta el charango y el timple. Habitual en la Orquesta Barroca de Sevilla. La paciencia y la constancia son sus mejores armas. Empatía social inmediata envuelta en una risueña timidez. El gimnasio: su segunda casa. Carrera de solista: su objetivo. Lee poesía.



Daniel Garay
Bilbaíno, descendiente directo del Cid Campeador, por vía materna. Percusionista que busca timbres y colores, y los encuentra. Se forma en la ESMUC de Barcelona. Eterno conversador. Incansable bromista. Su pasado de "heavy metal" asoma tras su tierna mirada. Ya tiene un club de funs en América. Su prenda favorita: el pantalón corto. Prefiere el PC al Mac. No soporta la pera. Su naturalidad aplastante ha pulverizado el concepto "vergüenza ajena". Bisagra total. (en la foto con uno de sus funs: el pianista y pedagogo argentino Surif). Técnico de sonido durante la gira.




Marta Vaquer

Barcelonesa, de orígenes varios. Gestora y productora. Organizada y sistemática. Su virtud: la paciencia y la constancia. Trabaja en la discográfica Columna Música. Creó su propia empresa de gestión: Meeting Concert. Mirada de color griego: varía entre mediterráneo y oliva.

La escuelita Las Lengas recibe a Sphera AntiQva



Visita a la escuela Las Lengas, 7 de abril. Por Alejandro Marías.

Nuestra partida de la ciudad de Ushuaia se vio precedida por una visita a la escuela Las Lengas. Fueron unos días preciosos, llenos de impresiones nuevas para nosotros, pero nos íbamos dejando varias cosas que ver en la Tierra de Fuego. Es por esto que impartir una clase a algo más de un centenar de niños no acababa de ser lo más apetecible para nuestra última mañana allí, pero cumplimos con nuestro compromiso siguiendo el ejemplo del maestro argentino Valentín Surif.
La escuela se encuentra en una zona muy humilde de la ciudad, cuyo irregular pavimento nos costó un neumático de nuestro coche de alquiler. Ya la entrada al pabellón, parcamente iluminada pero alegrada con la graciosa exposición de cientos de zapatos de colores distribuidos por anaqueles, anunciaba lo que nos íbamos a encontrar. Llegábamos con algo de retraso, y Surif ya había comenzado su clase. Tocaba al piano ilustraciones de los diferentes estilos de música culta, introducidas por explicaciones doctas y claras; hablaba como para niños dispuestos a prestar atención y pensar, no como para cafres con la sola capacidad de hacer el bruto y faltar el respeto. Esto fue un detalle que parecían agradecer los alumnos, que escuchaban con verdadera atención y silencio, dispuestos a aceptar que si no entendían algo era problema suyo, y no del pedagogo.




Nuestra presencia les llamó la atención, por aquello de ser un grupo grande que tocaba instrumentos curiosos (un violín con un león por cabeza, una especie de guitarra con dos mástiles y un montón de cuerdas, un grandullón que hacía ritmos con sus cuatro extremidades repletas de chismes exóticos de aquí y de allá) acompañando a una bella cantante. Para todos fue agradable y sorprendente que expresaran su curiosidad con los ojos –y algunas bocas- bien abiertos, y no con gritos, como estamos tan acostumbrados a ver. Se oían murmullos de asombro, y no faltó algún osado que, con inquietud científica, necesitó palpar la piel tensa del tambor para saciar su curiosidad. Estuvieron atentos y participativos -¡hasta algún movimiento de cadera logramos arrancar!-, pero educados y respetuosos. Hay una tendencia generalizada entre quienes se dedican a los conciertos pedagógicos –acaso a la pedagogía en general- a pensar que su actuación sólo habrá sido interesante en caso de que los niños salgan exhaustos de chillar y hacer el bestia. Aquello, más por mérito de sus maestros que por el nuestro, fue un ejemplo comedido de interés y aprendizaje.
Concluida nuestra actuación, se cambiaron las tornas y fuimos nosotros quienes aprendimos, nos emocionamos y quedamos absortos. Quisieron devolvernos la gentileza cantando para nosotros algunos romances castellanos que, para vergüenza propia, conocían mucho mejor que nosotros. Aquellos niños, acompañados por un profesor a la guitarra, cantaron con una afinación y un gusto –lo primero es objetivo- muy superior al de muchos coros de conservatorios profesionales en España. Cantaban suave, de manera precisa y compacta, al unísono o a la octava, disfrutando de lo que estaban haciendo y sin que nadie quisiera sonar más que el de al lado. ¡La música, así hecha, fomenta la convivencia y el compañerismo no menos que cualquier deporte!




El encuentro terminó con un “matesito” colectivo y unos bollos recién horneados en la propia escuela, sentados en círculo sobre unas esteras extendidas sobre el suelo. Quisimos dispersarnos entre los niños, sentarnos con ellos y charlar un poco en la segunda ronda de panecillos –durante la primera se guarda silencio-. Se veían sonrisas pacíficas, amigables, un gran compañerismo y una convivencia excepcional. Las edades deberían de oscilar entre los 3 o 4 y los 16 o 17 años, y si todos los alumnos formaban un mosaico equilibrado no era por la uniformidad de sus teselas: desde niños pequeños protegidos por los más mayores a niños deficientes integrados con toda naturalidad, pasando por alguna que otra mamá de edad alarmantemente temprana que cuidaba y quería a su hijo con una madurez insólita.




¿Qué tiene la escuela Las Lengas para lograr un ambiente así? Los recursos, desde luego, se adivinaban limitados; la homogeneidad en el aula no podía ser menor, y no parecía que ni profesores ni alumnos tuvieran especiales facilidades materiales para desempeñar sendos papeles. ¿Cómo trabaja ese profesor para lograr que con una guitarra, correcta aunque discretamente tocada, esos niños cantaran como cantaban? ¡Dudo -y que me perdone si me equivoco- que sea un director de coro titulado por la universidad de Nueva York! A lo largo de esta gira, que ha sido una de las experiencias más bonitas y enriquecedoras de nuestras vidas –confío en no exagerar al poner esto en boca de mis compañeros-, hemos tenido el gusto de contemplar y compartir experiencias pedagógicas muy diversas.

Tengo que decir que, personalmente, ninguna me ha parecido tan brillante como esta, y he dedicado no pocas horas a analizar la seducción que me produjo. No soy quién para sacar conclusiones generales sobre la manera más adecuada de educar, pero sí se me ha ocurrido atribuir a dos factores el éxito de Las Lengas: la generosidad y humildad desde profesorado, por una parte, y el no exceso de facilidades hacia el alumnado. Aquí he comprendido eso de que para ser un buen maestro hay que ser generoso. “¿Por qué va a haber que ser generoso?”, pensaba yo, “¡un profesor da sin perder nada, y cobra por ello, pues es en lo que consiste su trabajo!”. La enseñanza, y más aún si se trata de dirigir una interpretación musical colectiva, es una tentación de autobombo demasiado grande. Quien escoge el camino docente debe entregarse al beneficio y desarrollo de sus discípulos, y no aprovechar su situación para curar frustraciones haciendo con alumnos lo que no se ha alcanzado a hacer con profesionales. Por otra parte, nadie desea pasar calamidades, pero sí es cierto que un exceso de facilidades adormila al estudiante: rebaja su inquietud y le acostumbra a que se lo den todo hecho, a exigir más de lo que se siente obligado a dar. Muchas veces, incluso, las facilidades dadas por las entidades educativas miran más por su propia consagración que por el beneficio real de sus estudiantes.




Es curioso que haya reparado en estos errores en mi primer viaje a América del Sur, cuando son defectos muchísimo más frecuentes en Europa, o al menos en España. Si tuviera que aventurarme a intentar vislumbrar las claves de ese éxito educativo, creo que lo atribuiría en primer lugar a la vocación: todos quienes trabajaban allí estaban sonrientes, a gusto con lo que hacían, empezando por los propios niños –supongo que será el camino más natural a la generosidad que debe caracterizar al maestro-. Además, pienso que el sentido de la responsabilidad inculcado a los alumnos mayores, el hecho de que todo individuo sea y se sienta útil para la comunidad, acelera su madurez y mejora su comportamiento para con los demás: ¡solo hacemos el gamberro cuando estamos aburridos y sin otra cosa que hacer!

Es muy posible que gente más docta que yo considere una estupidez, acaso con razón, lo arriba expuesto, pero, si estos párrafos pueden tener alguna utilidad, me gustaría que fuera la de felicitar a los maestros de Las Lengas para contribuir a que la llama de su vocación y de su entrega no se apague nunca. ¡Ojala me hayan contagiado algunos de sus valores para el día en que sea un servidor quien tenga la oportunidad de enseñar!

sábado, 10 de abril de 2010

El Clarín, diario referencia en toda América, toca a Sphera AntiQva




http://www.clarin.com/diario/2010/04/10/espectaculos/c-02177424.htm


miércoles, 7 de abril de 2010

Debut en América - público en pié, bosque, mar y reconocimiento a Sphera AntiQva

Ventanales de unos 9 metros de ancho, y 4 de alto, abriéndose una vista que se pierde hasta confundir el hielo de las montañas con la luz del sol, y el brillo del mar con el de un cielo también plomizo. Hoy las nubes se pasearon por la bahía, y dejaron una lluvia densa que empapó los musgos y los helechos, y el olor a la madera húmeda inundó el valle. El bosque de hayas humedecidas rodea el salón. Un hayedo que se convierte en una columnata de troncos que se integra en el escenario donde montamos los atriles y las tarimas. A un lado la bahía y un carguero rojo en medio.
Las vistas desde el escenario son privilegiadas.



Hoy ha debutado Sphera AntiQva en América. El público en pié tres veces en el salón principal del Festival Internacional de Ushuaia. UNO de UNO. Dos bises y la entrega del reconocimiento en forma de placa a Sphera AntiQva. En el camerino Moet Chandon. Muchas cosas nos han sucedido hoy por primera vez. El concierto se ha grabado para televisión (4 o 5 cámaras) y forma parte de la celebración del bicentenario de la Independencia de Argentina por parte del gobierno de la nación.

Hemos sido invitados formalmente a volver al festival, y parece que habrá un concierto en Italia este año, a raíz de esta actuación. La verdad es que el equipo está contento. Yo estoy muy feliz.

En la cena, pescado local buenísimo: merluza negra con salsa holandesa y de postre tarta ("torta" acá) de chocolate y dulce de leche. ¿Quién se puede negar? Unos pasos de tango con la directora del festival, una despedida y hasta luego.

Empacamos la ilusión y ponemos rumbo a Buenos Aires.

Somos una realidad. Y es una realidad estupenda. ;)

Comenzamos a subir el cono sur.
Mañana 8 de Abril tocamos en la Manzana de las Luces a las 21h.

¡Hasta pronto Ushuaia!

martes, 6 de abril de 2010

día 2. Ensayo, glaciar y asado fueguino




Hoy hemos ensayado calmadamente.
Y paseado por un maravilloso valle glaciar.
Y finalmente hemos cenado con Carola y Alejandro..un asado argentino con lo más típico: colita de cuadril, "chorisso", "morsisha", chinchulines y un interminable y cárnico etcétera. Velada agradabilísima con fase final de chistes de "gashegos" y de vascos. Hemos sido recibidos por una familia fueguina auténtica (de Tierra de fuego).

Caigo de sueño.

Mañana más: nuestro primer concierto de gira.
Hemos visto la sala. Los ojos se pierden en el horizonte del mar en un lateral de la sala.. y tras el escenario un ventanal enorme y tras él un bosque de árboles que escuchan con atención cada nota del festival. Somos unos privilegiados. El fin del mundo escuchará a Sphera AntiQva en apenas unas horas. Este silencio antártico lo sentimos como un silencio que nos escucha.

lunes, 5 de abril de 2010

Día 2. Amanece en Ushuaia, Tierra de Fuego, Argentina.

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"Al sur del continente americano, donde el frío tiene el filo de una navaja que lastima y la Cordillera de Los Andes languidece, se levanta en la provincia de Tierra del Fuego, Argentina, la ciudad de Ushuaia. Por su ubicación geográfica, se la conoce como la ciudad más austral del planeta, pero los lugareños prefieren promocionarla como "la ciudad del fin del mundo" por aquella novela de Julio Verne titulada El faro del fin del mundo. Y, obviamente, todo lo que allí suceda será patrimonio del fin del mundo."

El Fin del Mundo no es mal sitio para comenzar

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Cuando el avión aterrizaba no sabíamos si eran lagos u océanos. El agua era un laberinto que se entretejía con rocas negras y montañas. La luz cegadora y muy amarilla. Estamos aterrizando en el fin del mundo. El avión toca el suelo y un aplauso comienza a sonar. Ushuaia, la ciudad más austral del planeta nos da la bienvenida.



Antes de esta llegada muchas horas de viaje. Viaje TransOceánico Madrid-Buenos Aires. Desayuno a base de alfajores (de dulce de leche, chocolate, capuccino) y vueltita por el centro: Avenida Corrientes, obelisco, Teatro Colón, Plaza de Mayo, Casa Rosada, estatua de Juan de Garay y paseo por Puerto Madero. No dio tiempo más que a eso....y fuimos al Aeroparque para volar de Buenos Aires a Ushuaia.













Ahora con el cuerpo molido la cama se vuelve no la mejor, sino la única opción.







Sorpresa del día: una tía de Paloma, la cantante, ha aparecido en el hotel. Vive aquí. Al sur del Sur.
Mañana nos preparará un asado típico. Mmmmmm.

sábado, 3 de abril de 2010

Sphera templa las cuerdas en Alcalá de Henares





Viernes 2 de Abril: COMENZAMOS.

De Sevilla llega Miguel Rincón, el guitarrista-tiorbista, de Bilbao Daniel Garay, descendiente del Cid y percusionista polivalente. También llega la cumpleañera Paloma Friedhoff, tan sonriente como de costumbre, y Alejandro Marías, el cellista, con un polo muy del gusto de los que recorren muchos paseos marítimos sin despeinarse un ápice. Acompaño a Pablo, en este caso el anfitrión hasta la puerta del Conservatorio de Alcalá de Henares. Ya están todos esperando.

Nos fundimos en abrazos. Se respira ilusión y alegría en el reencuentro. Una cigüeña nos sobrevuela.

Desenfundamos los instrumentos y la selva vuelve a brotar de nuestros instrumentos.






Estamos deseando cruzar el charco ya. Vamos a recorrer juntos unos 30.000 kilómetros en algo menos de un mes.

Pronto os presentaré uno a uno a cada miembro de esta aventura americana.

De momento os dejo un enlace de nuestro primer destino musical: Ushuaia, la ciudad más austral del continente americano, en Tierra de Fuego, y allí el Festival Internacional de Música de Ushuaia.
http://www.festivaldeushuaia.com