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domingo, 25 de abril de 2010

Ascensión de Guarayos. Alma de madera



Un comité de bienvenida de niñas y niños vestidos de blanco nos esperaba en la plaza, frente a la iglesia misional. Llevaban banderas de España, abanicos de palma y collares de semillas (sirari las rojas, lágrimas de María las blanquecinas y ojo de buey las marrones). Nada más bajar del microbus, tras casi cinco horas de viaje, cada uno de los miembros de Sphera AntiQva, se inclinaba para recibir el collar de semillas para después beber la chicha de maíz que nos sirvieron en la semiesférica cáscara de tutuma.
La iglesia de Ascensión de Guarayos, reformada en 1988, conserva la estructura de una iglesia de las misiones, con su gran tejado vegetal a dos aguas y un ejército de campanas en los campanarios exentos, a ambos lados de la puerta frontal. Allí nos retratamos con los representantes culturales del municipio y con los chicos y chicas Guarayos que tan cálidamente nos recibieron.

La tierra de Guarayos es fértil, verde y con un paisaje donde los tucanes decoran las ramas de los tajibos y bibosis. Además es otra de las zonas musicalmente ricas de Bolivia. Los artesanos de Guarayos, y más concretamente de Urubichá, son muy hábiles en la construcción de instrumentos, y es en ese municipio donde se da otra de las orquestas más populares del pais con el violinista Simón Aguape a su cabeza.

Las hamacas y la brisa del hotel Vida diluyeron parte de nuestro cansancio, pero despertamos abotargados y nada despabilados. Hizo falta una pequeña merienda a base de jugo de guineo y empanadas, con el toque de cafeína de la ecuménica Coca-Cola y la bebida “Rush”, una especie de Red Bull en Bolivia.

El concierto comenzaba tras la misa, que nos cedió un numerosísimo público. Hacía tiempo que no veíamos una iglesia tan enorme llena de gente. Aún así, mientras ultimábamos los preparativos de atriles y partituras, frente al altar mayor y su titánico cristo tallado en madera local, las personas que esperaban en el atrio y en la plaza comenzaron a llenar los huecos vacíos y a agolparse de pie en los laterales de las naves. Los organizadores del concierto nos comunicaron que había más de mil personas allí congregadas.

Durante el concierto nos quitamos las corbatas y los aderezos europeos para vestir ante el pueblo guarayo los collares que nos obsequiaron en la mañana. Nos resultó muy curioso su manera de aplaudir. Tras cada pieza aplaudían fuertemente cuatro o cinco segundos y paraban de repente. Preguntamos en el descanso a uno de los organizadores locales si esta situación era normal, y nos dijo que el público estaba encantado y que era esa la costumbre en Ascensión de aplaudir en ráfagas.

Mercedes Arcuri, la soprano de Sphera AntiQva, miraba las caras atónitas de los indígenas ante sus arracimados adornos vocales, que surgían de muy adentro y se perdían como colibríes en la inmensa columnata vegetal de la iglesia. Hubo durante este concierto miradas esféricas de mucha complicidad, miradas que también se mezclaron con las apaciguadas miradas rasgadas de los guarayos.

El concierto fue un éxito. Todos los músicos nos adelantamos delante de los atriles agarrados por la espalda y saludamos ante un público en pie. Las autoridades nos agradecieron el concierto ante el auditorio y los alumnos de un colegio local nos regalaron unos llaveros de chonta.

Un sinfín de niños y niñas quisieron fotografiarse con nosotros, y nos pedían autógrafos y datos de nuestras vidas. Otros nos pedían consejo sobre cómo estudiar. Entre esta marabunta de niños con bolígrafos se encontraban los integrantes de la orquesta de Ascensión.

El refresco de mocochiche durante la cena y un baño nocturno en la piscina del hotel nos refrescaron antes de desplomarnos sobre la cama.


3 comentarios:

  1. Es muy emotivo lo que cuentas, y tu manera de contarlo nos pone muy al alcance el revivir estas maravillosas experiencias tal y como se han producido: con la misma sencillez y frescura.
    Gracias por recogerlo para nosotros.Viviréis después con su recuerdo aquí. Os esperamos pronto.

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  2. Las fotos son preciosas. Igual que las camisas de algodón blancas que lucís con el logo de Sphera AntiQva. Se os ve radiantes de alegría con los jóvenes y niños músicos.

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